14 de diciembre
14 de diciembre del 2009 → me dan la noticia de que mi abuela (madre ♡) acaba da morir.
14 de diciembre del 2017→ me dan la noticia de que mi abuela va a morir.
14 de diciembre del 2017→ me dan la noticia de que mi abuela va a morir.
Las dos, con la misma enfermedad. La misma puñetera enfermedad. Pankreas.
Demasiada casualidad.
El 14 de diciembre ya era el día tachado de mi calendario, el peor día de mi vida lo recuerdo como si fuese ayer. Un lunes por la mañana, a eso de las siete, vino mi tía a casa, se sentó a mi lado y me lo dijo, tal como pudo. Yo empecé a gritar, empecé a llorar, empecé a tirar todas las cosas que había a mi alrededor. Gritando que no, que no podía ser cierto. Que me estaba mintiendo. Rabia. Ira. Enfado. Odio. Indignación. Impotencia. Tristeza. Dolor. Soledad. Se me cayó el mundo encima. Ella me sacó del problema. Ella me acogió en su casa. Ella intentó hacer el papel de madre lo mejor que pudo. Y lo logró. Con ella me recuerdo feliz. A su lado me sentía segura. A su lado me sentía querida. Su risa. Su cariño. Sus abrazos. Sus besos. Sus consejos. Su amor. Sus intentos de broncas. Sus detalles. Sus regalos. Todo. Lo perdí todo un 14 de diciembre, sen despedirme, sin haberle recordado lo mucho que la quería y lo importante que era para mi, lo agradecida que estaba por todo lo que hizo por mi, y por como era ella. Ella seguía trabajando, no tenía ningún problema de salud, simplemente era demasiado joven para morir.
Este 14 de diciembre, también será recordado tan claramente de aquí a diez años. Desde por la mañana sentía que tenía el día cruzado. Llovía. Llegué tarde al trabajo. Me bajó la regla y por la tarde me encontré realmente mal. No me sentía capaz de llegar a casa. Mareada, ganas de vomitar, mucho dolor de cabeza, frío.Tenia en el cuerpo una sensación horrible. Al final, al llegar a casa lo primero que hice fue tirarme a la cama y estar un rato así, con los ojos cerrados. Cuando el teléfono suena. Mi hermano. En su voz noté que algo había pasado, y así fue. Por teléfono recibí la noticia de que mi abuela iba a morir. No le pude contestar, me rompí a llorar. El mismo caso, mi abuela estaba bien, no tenía ningún problema de salud. Es difícil asimilarlo. Pero esta vez al menos, tuve la oportunidad de ir al hospital y estar con ella (pero sin decirle realmente todo, pues ella no sabia que iba a morir, y yo no podría no romperme delante de ella, no echarme a llorar). Aprovechar las últimas horas y grabar en la mente su risa, su cara, su cariño. Acababa de conseguir plaza en una residencia y estaba feliz, con amigos nuevos, entretenida. Cada semana que iba a visitarla fardaba de su nieta. Tenía que contárselo a todo el mundo. Siempre me pedía besos y besos. Era una mimosa. Aunque tuviese mucho carácter y mal genio a veces, tenía un corazón enorme y una inteligencia que nos superaba a todos. Ella no pudo ir al colegio y esa era su mayor pena. Pero a día de hoy, era capaz de hacer todos los cálculos matemáticos de mente (le gustaba jugar a eso), se sabía los teléfonos de toda la familia. Se sabia todos los cumpleaños y todos los santos. Y su pasión era cantar. En sus últimas horas en el hospital también nos cantó. La adoraba, yo era su ojito derecho y perderla me mata por dentro.
Con esto (aparte de desahogarme) simplemente quiero concienciaros de que valoréis a vuestras personas queridas. Hay enfermedades (o accidentes) que aparecen en un instante y no tienen solución, ya no hay marcha atrás. De estar muy bien, a estar a punto de morir. Por eso a veces, no nos damos cuenta de ello y no valoramos a las personas lo suficiente. Vivimos bien, tranquilos, pensando que todos somos eternos. Al fin y al cabo vemos que están muy bien y pensamos que no les va a pasar nada. Pero luego viene la realidad y nos da una buena ostia. No digo que viváis con miedo, pensando que cualquier día morirá alguien querido. No... Tan solo que en los momentos que estéis con la gente que queréis, aprovecharlos al máximo, disfrutarlos, y apreciarlos.
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