not end

Nadie puede imaginar que sentirás cuando sepas de mí. Nadie puede ni debe, hazme caso. Sentirás el dolor de esa ecuación que creimos resuelta, por ser incapaz de resolverla hasta el final. Sentirás el incordio de esa pregunta que jamás supo cerrar el signo de interrogación. Sentirás un qué hubiera pasado si. Y sobre todo sentirás que algo entre nosotros continuó creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande como el vacío que dejamos al ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un sí, le acaba siempre cediendo a un no. Pero tú aguanta. Resiste. Hazte el favor. Haznoslos a los dos. Que no se te note. Que nadie note esos ojos subrayados con agua y sal.

Eso sí, cuando sepas de mí, intenta no dar portazos a mis recuerdos. Piensa que llevarán días, meses o incluso años vagando y mendigando por ahí, abrazandose a cualquier excusa para poder pronunciarse, a la espera de que alguien los acoja, los escuche y les de calor. Sin aquellos recuerdos que fabricamos juntos, con las mismas manos que construimos un futuro que jamás fue, son esas anecdotas estúpidas que solo nos hacen gracia a ti y a mí, escritas en un idioma que ya nadie practica, otra lengua escrita a manos de un exquisito paladar, el amor. Dales cobijo. Prestales algo, cualquier cosa, aunque sea tu atención.

Pues si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz. La tercera, que tu mundo y el mío siguen en pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es una realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio, menos al lugar del que se partió

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