no.. no digas nada.. sh..
Dime tú, y sólo tú,
Si esto que siento es miedo a enamorarme o amor al miedo.
Dime si mis palabras son reales o producto de mi imaginación
-o incluso, en último instante, de la tuya-
Dime si la necesidad de huir de esta pequeña ciudad es fruto de una serie de desastres, o de haberme inventado yo misma, todos y cada uno de ellos.
Dime si realmente quiero encontrarte, o las ganas de retenerte en un espacio inalcanzable, harán de mis sueños los únicos amantes capaces de abrazarme al caer la noche.
Dime si lo efímero de pensar que estas en cualquier lugar ganaría la partida a la cruda realidad que acompaña estas palabras, realidad asfixiante cuanto menos siento, teniendo en cuenta mi autodestructiva dependencia de intensificar cualquier detalle insignificante
-Tus manos, las mías.
Dime si algún día podrán conocerse-
Dime de dónde viene el miedo a cruzar una ridícula palabra contigo, y dime de dónde viene el valor para esta necesidad que me oprime el pecho si cae la noche y aún no te he recordado que sigo existiendo.
Que sigo respirando, y que tú te has convertido en el objeto de mis ingenuas, -como poco- fantasías sin ningún sentido.
Sin pies ni cabeza. Y sin manos, ni piernas, ni ojos, ni labios.
Si debería pedirte las llaves de ese laberinto que son tus manos y me muero por cruzar.
Porque estoy inmersa en la oscuridad de un folio en blanco que se niega aún a escuchar cómo sonaría tu nombre escrito. Porque no sé si son mis manos las que están acojonadas o soy yo la que teme darles valor.
Porque si escribo, en un jodido blog, es porque sé que quizás, sólo quizás, veas esta absurda actualización, sientas curiosidad, y la leas.
Y sonrías, aunque sé que es difícil que lo hagas, al pensar que la mínima probabilidad existente de que te este escribiendo a ti, sea para mí la única probabilidad que existe.
Y hagas un clic que mueva una pestaña en mis “Interacciones” y me saques la sonrisa más tonta que pueda sacar por recordarme, con algo tan insignificante como eso, que sigues respirando, que sigues pensando en mí, aunque yo no sea el objeto de tus noches, ni sea tu musa
Si esto que siento es miedo a enamorarme o amor al miedo.
Dime si mis palabras son reales o producto de mi imaginación
-o incluso, en último instante, de la tuya-
Dime si la necesidad de huir de esta pequeña ciudad es fruto de una serie de desastres, o de haberme inventado yo misma, todos y cada uno de ellos.
Dime si realmente quiero encontrarte, o las ganas de retenerte en un espacio inalcanzable, harán de mis sueños los únicos amantes capaces de abrazarme al caer la noche.
Dime si lo efímero de pensar que estas en cualquier lugar ganaría la partida a la cruda realidad que acompaña estas palabras, realidad asfixiante cuanto menos siento, teniendo en cuenta mi autodestructiva dependencia de intensificar cualquier detalle insignificante
-Tus manos, las mías.
Dime si algún día podrán conocerse-
Dime de dónde viene el miedo a cruzar una ridícula palabra contigo, y dime de dónde viene el valor para esta necesidad que me oprime el pecho si cae la noche y aún no te he recordado que sigo existiendo.
Que sigo respirando, y que tú te has convertido en el objeto de mis ingenuas, -como poco- fantasías sin ningún sentido.
Sin pies ni cabeza. Y sin manos, ni piernas, ni ojos, ni labios.
Si debería pedirte las llaves de ese laberinto que son tus manos y me muero por cruzar.
Porque estoy inmersa en la oscuridad de un folio en blanco que se niega aún a escuchar cómo sonaría tu nombre escrito. Porque no sé si son mis manos las que están acojonadas o soy yo la que teme darles valor.
Porque si escribo, en un jodido blog, es porque sé que quizás, sólo quizás, veas esta absurda actualización, sientas curiosidad, y la leas.
Y sonrías, aunque sé que es difícil que lo hagas, al pensar que la mínima probabilidad existente de que te este escribiendo a ti, sea para mí la única probabilidad que existe.
Y hagas un clic que mueva una pestaña en mis “Interacciones” y me saques la sonrisa más tonta que pueda sacar por recordarme, con algo tan insignificante como eso, que sigues respirando, que sigues pensando en mí, aunque yo no sea el objeto de tus noches, ni sea tu musa
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